Según la tradición, Hervás proviene de la fundación que los templarios hacen en la zona tras la reconquista, con ánimo de colaborar en la repoblación de la zona con cristianos. Los monjes guerreros creaban asentamientos en los que se edificaba una ermita dedicada a un mártir. En este caso, se habría construido a la vera del río Santiervás, un afluente del Ambroz que ha acabado dando nombre a la localidad. De hecho, a su vez el nombre del río vendría de uno de los santos a los que se dedica la ermita: San Gervasio.

A unos cientos de metros de este pequeño santuario se levanta un recinto fortificado y en su interior una iglesia, la de Santa María. A partir de ese núcleo primitivo nace lo que hoy es Hervás. La aldea es parte del señorío de Béjar y esta relación se extenderá también a los asuntos para sus habitantes sefardíes: la comunidad hebrea de Hervás no tendrá carácter del aljama, sino que será considerada parte de la aljama bejarana.

La comunidad será pequeña durante los dos primeros siglos de existencia de la villa, hasta que tras los sucesos de 1391 muchos judíos emigran desde algunas grandes aljamas de Castilla y Andalucía a localidades más pequeñas y a priori menos conflictivas. Hervás se benefició de ese movimiento migratorio, así como otros pueblos de Extremadura.

La judería de Hervás, por lo tanto, vive sus mejores momentos durante el siglo XV. Ha quedado constancia en la villa de la presencia de familias con apellidos como Abenfariz, Calderón, Cohen, Escapa, Hamiz, Mahejar, Orabuena y Salvadiel, entre otros. En total se estima que podían residir casi 50 familias, lo que para una villa del tamaño de Hervás no es una cifra pequeña teniendo en cuenta que a finales de ese siglo en Cáceres se cree que vivían unas 130.

Como en otras zonas de Extremadura y Castilla, los sefardíes de Hervás se dedicaban al comercio del textil, el arrendamiento de impuestos para señores feudales o instituciones religiosas, por supuesto al préstamo a interés, y también a la medicina, una profesión muy común entre los judíos de la España medieval. En 1454 se tiene la primera noticia documental de la presencia de la comunidad judía en Hervás y ese mismo año la villa es la mayor tributaria al señor de Béjar en el impuesto de las alcabalas.

La mayor parte de la comunidad se agrupaba en torno a una calle que hoy se conoce con el nombre de Rabilero, y además fuera de los periodos de mayor intolerancia en los que eran obligados a encerrarse en zonas concretas de las villas, también había judíos que vivían en las calles cristianas de Hervás, por ejemplo en la Plaza o en la entonces llamada calle de la Corredera, que hoy es Relator González. Según la tradición oral que ha pervivido en la villa, la sinagoga estaba en la casa número 19 de la mencionada calle Rabilero.

Un aspecto interesante de la Hervás sefardita es que tras el edicto de expulsión la mitad de la comunidad judía permaneció en la villa, e incluso algunos de los que habían emigrado volvió un par de años después. Los judíos conversos crearon la cofradía de San Gervasio y San Protasio, una institución que les permitía seguir manteniendo disimuladamente alguno de sus ritos hebreos, pero en las primeras décadas del siglo XVI sufrieron procesos inquisitoriales bastante duros que incluso llevaron a algunos a la hoguera.

Décadas después, la integración de los cristianos nuevos en la vida de la localidad resultaba complicada, pero aún se hizo más difícil en la segunda mitad del siglo XVI cuando el duque Francisco II impone los estatutos de limpieza y dividió a Hervás en dos partidos prácticamente irreconciliables: los «labradores» o cristianos viejos y los «mercaderes» o cristianos nuevos, sometiendo a los segundos diversas discriminaciones. La situación de persecución se prolongó durante casi un siglo hasta que estas disposiciones fueron derogadas por la duquesa doña Teresa Sarmiento de la Cerda en 1661, momento a partir del cual el proceso de integración de los cristianos nuevos siguió con paso lento pero firme.

La judería de Hervás

Sin duda alguna, Hervás es una de las localidades de España que más se ha esforzado por recuperar e incluso homenajear su pasado judío. Lo ha hecho con iniciativas como dedicar una calle de su bellísimo barrio medieval a la «amistad judeo cristiana» y, sobre todo, con una recuperación y restauración extremadamente cuidada de ese casco viejo, que a día de hoy está en un estado de conversación extraordinario.

Esta zona de calles estrechas y viejas casas de arquitectura tradicional, con paredes de adobe y entramado de la madera de castaño de los bosques circundantes ofrece una experiencia excepcional al viajero, que puede acercarse allí y casi sentir lo que debía ser la vida en una villa medieval. En el centro de este gran casco viejo están la calle Rabilero y sus aledañas, en las que se concentraba buena parte de vida judía en el siglo XV y también algunos puntos esenciales de lo que fue la vida de los judíos conversos tiempo después, como la casa de la cofradía que aún se puede contemplar en la calle del Vado.

Toda el barrio medieval de Hervás está decorado con símbolos como la Estrella de David o menorás, que recuerdan permanentemente el siglo de convivencia abierta entre judíos y cristianos que vivió la villa y los siglos posteriores en los que, con más problemas, las dos comunidades siguieron compartiendo su vida. Quizá el mejor momento para rememorar el pasado sefardí del pueblo sea durante el festival Los Conversos, que se celebra todos los años en los primeros días de julio con diversas actividades y, sobre todo, una gran representación teatral sobre el momento histórico de la expulsión que tiene como inmejorable escenario la ribera del río Ambroz, en el límite del barrio medieval.

Ruta por la Judería de Hervás

Hervás huele a dulces sefardíes y castañas. El encantador caserío de adobe y madera evoca su pasado medieval. Un bello pueblo enmarcado por un paisaje idílico de valles, montañas y ríos. Entre los rincones de su barrio judío encontramos la memoria hebrea en sus estrellas de David y en el nombre de sus calles.

Diario de Viaje

Un grupo de destacados periodistas de viaje españoles ha recorrido las ciudades de la Red de Juderías de España, siguiendo su herencia judía y descubriendo una experiencia de viaje intensa y llena de momentos y sensaciones. El fruto de aquellos viajes son sus Diarios de Viaje, reportajes de gran valor literario y gráfico que aúnan la experiencia personal de cada autor con la información más práctica para el viajero, y que se convierten, así, en excelentes formatos de inspiración para todos aquellos viajeros que quieran, como estos periodistas, sentir y descubrir Sefarad.