Al contrario que en la mayor parte de las ciudades de la España medieval, la judería de León no se encontraba al principio en el propio núcleo urbano, sino en un emplazamiento a las afueras. Estamos hablando de la judería de Puente Castro, en un lugar conocido como Castrum Iudeorum, en la que se estableció una comunidad sefardí ya a principios del siglo X. Tras una época de despoblación León había sido conquistada en el 856 y a partir de ahí se inició una repoblación exitosa, tanto que en el año 910 se convierte en capital del Reino de León. Con ciertos reveses como las campañas de Almanzor, que la arrasó en el año 994, la ciudad fue creciendo, sobre todo a partir del reinado Alfonso V, que promulgó en 1017 el Fuero de León.

 

 

El Fuero reconocía una serie de derechos legales que a partir del Concilio de León (1020) eras de aplicación tanto a cristianos como a judíos. A su calor y al de la Ruta Jacobea la judería de Puente Castro creció y prospero, convirtiéndose en una aljama célebre por la calidad del trabajo de sus artesanos, especialmente los del cuero y los de la plata. Una serie de lápidas que se pueden ver en el Museo de León, en la Catedral e incluso en el Museo Sefardí de Toledo dan testimonio de esta época que acabó abruptamente en 1196, cuando en el marco de la guerra entre Alfonso IX de León y Alfonso VIII de Castilla las huestes de este último y de Pedro II de Aragón atacan la judería de Puente Castro, que estaba defendida por una muralla de arcilla y tapial, y acaban tomándola pese a la valiente resistencia durante tres días de los judíos. La judería es saqueada y aquellos sefardíes que no mueren o huyen son hechos esclavos. Tras este episodio los que habían sobrevivido se instalaron intramuros de la ciudad, al sur de la zona amurallada, cerca de la Parroquia de San Martín y en algunas calles aledañas, hasta llegar a la actual Calle Santa Ana que en su tiempo era la Calle Silvana, en recuerdo de una importante familia judía, los Silván.

 

 

En esta zona volvió a disfrutar de casi un siglo de cierta tranquilidad, hasta que en 1293 Sancho IV les prohibió tener tierras de labranza, con lo que se inicia otro periodo de dificultades: dos décadas más tarde son obligados a vestir señalados con un distintivo y a partir de 1365 son obligados a pagar tantos impuestos como los musulmanes. A León, en cambio, no llegó la violencia de 1391, así como tampoco se cumplieron las Leyes de Ayllón de 1412 que ordenaban la reclusión de los sefardíes en barrios cerrados. Por desgracia, sí hubo una matanza décadas más tarde, en mayo de 1449 y dirigida por dos nobles enemigos del rey Juan II, que probablemente iniciaron la revuelta precisamente como una forma de afrentar al monarca. Hubo asesinados, aunque no se sabe cuántos fueron, y de lo que sí se tiene constancia es de que se produjeron destrozos. Sí que se confinó a los judíos en una zona muy concreta de la ciudad en 1481, tras una orden en este sentido de los Reyes Católicos. Los sefardíes lograrían ampliar esta zona en 1491, pero sólo un año después se verían obligados a convertirse o tomar el camino del exilio tras el Decreto de Expulsión.

 

 

La judería de León

Un recorrido por el pasado judío de León podría empezar en el propio lugar donde estaba el Puente Castro, el Castrum Iudeorum en el que nació la aljama leonesa. Allí, modestamente ubicado junto a una rotonda al lado de un campo de fútbol y un parque infantil, un pequeño monolito «en memoria de los judíos» recuerda a los sefardíes que habitaron esa zona durante prácticamente tres siglos. A cinco minutos caminando de allí está el Centro de Interpretación del León Judío y del Camino de Santiago, que dedica parte de su exposición al pasado sefardí de la ciudad.

 

 

La siguiente parada debería ser en el conocido Barrio Húmedo, la zona por excelencia de la ciudad para el disfrute gastronómico. Buena parte de las calles y las plazas de lo que hoy es una entretenidísima colección de excelentes bares y restaurantes fueron parte de la judería a partir del siglo XIII, como la plaza de San Martín, la calle Misericordia o la bellísima y muy medieval calle Mulhacín. Además, muchas de estas callejas han recuperado ahora los nombres que tenían cuando formaban parte de la judería.

 

 

Estamos a un paso de los lienzos de la muralla medieval que aún se conservan, que podemos tomar a través de la Plaza Riaño y de la Calle de las Cercas, que nos llevará a la calle Prado de los Judíos, un nombre con el que se recuerda que allí había un cementerio de la comunidad sefardí. Hablando de cementerios, uno de los más espectaculares elementos físicos del legado sefardí en la ciudad es la llamada Estela de Mar Selomó, que se expone en el Museo de León y que es una espléndida lápida funeraria -probablemente la mejor de la docena que se han descubierto de la primitiva aljama en Puente Castro– fechada en 1097.

 

 

Por último, el viajero curioso no puede dejar de visitar la Catedral, para empezar porque es un templo excepcional y uno de los grandes tesoros del gótico español, pero en relación al tema que nos ocupa por las pinturas en la girola del templo, que representan a un grupo de judíos con vestimentas propias del siglo XV -las pinturas son de mitad de esa centuria- en lo que es una ilustración excelente de cómo debía ser la presencia sefardí en esa época, en la que ya se acercaba a su final.

 

Ruta por la Judería de León

La huella de la judería, ubicada en el corazón del casco antiguo, se extiende en torno al Barrio Húmedo. Allí, calles, plazas y rincones conviven con la animación de los mercados, el comercio y el tapeo. Sobrevuela en su aire místico, la figura del cabalista Moisés de León, autor del Zohar.

Diario de Viaje

Un grupo de destacados periodistas de viaje españoles ha recorrido las ciudades de la Red de Juderías de España, siguiendo su herencia judía y descubriendo una experiencia de viaje intensa y llena de momentos y sensaciones. El fruto de aquellos viajes son sus Diarios de Viaje, reportajes de gran valor literario y gráfico que aúnan la experiencia personal de cada autor con la información más práctica para el viajero, y que se convierten, así, en excelentes formatos de inspiración para todos aquellos viajeros que quieran, como estos periodistas, sentir y descubrir Sefarad.