La tradición sefardí relacionaba a los judíos con la propia creación del Toletum romano y lo cierto es que es una de las ciudades de España en las que documentación histórica corrobora la presencia de sefardíes de forma más temprana: ya los habría en el siglo IV. Del mismo modo, se cree probable la existencia de una judería al menos desde el siglo VI, si bien a finales de esa centuria, tras la conversión al cristianismo de Recaredo y su reino, se inicia una época de persecución y disposiciones legales discriminatorias que se prolongaría hasta la llegada de la invasión musulmana, en 711.

Como en otras partes de Al Ándalus, los primeros siglos de dominación musulmana fueron relativamente positivos para los judíos, aunque en Toledo hay escasos datos sobre una comunidad que convivía con los demás habitantes de la ciudad sin agruparse en una zona concreta y que aún en el año 1000 debía ser bastante pequeña. En el 1085 Alfonso VI conquista Toledo y esto supone el inicio de una época de prosperidad para los sefardíes, a los que el rey concede la igual legal con los cristianos después de que, al menos según algunas fuentes, hubiesen colaborado con la reconquista de la ciudad.

El rey quiso favorecer a los judíos pero incluso así el talmudista Isaac ben Jacob na-Cohen habla de persecuciones la última década de ese siglo, e incluso de una matanza en el año 1108. Sin embargo, no debió tratarse de incidentes de gran importancia (dentro del contexto medieval, obviamente) ya que sólo unas décadas después y con la llegada de la invasión almohade a los reinos musulmanes del sur Toledo empieza, como otras ciudades de Castilla, a recibir grandes cantidades de sefardíes exiliados.

En esta ola migratoria, que alcanzó su punto álgido en el 1147, Toledo recibió un aporte intelectual muy importante: llegaron a la ciudad sabios, gramáticos, filósofos, científicos y poetas, lo que dio lugar a que el obispo Raimundo de Toledo crease la mundialmente famosa Escuela de Traductores de Toledo, una actividad para la que, según algunos autores, hasta se dedicó un espacio específico en el palacio episcopal que él mismo había mandado reconstruir. Pese a todo, o precisamente por el favor con el que contaron los sefardíes de parte de los reyes y las autoridades, hubo problemas: una revuelta en 1178 en la que murieron algunos judíos -entre ellos, al parecer, la amante del rey Alfonso VIII- y otra en 1212, coincidiendo con la llegada de judíos expulsados de Francia.

La respuesta oficial fue cargar a la aljama con más impuestos, pese a lo cual la comunidad judía toledana siguió prosperando, algo que hizo de una forma aún más intensa con la llegada al trono de Alfonso X. Bajo la protección del rey sabio la judería alcanza su mayor extensión y es conocida por su suntuosidad y la riqueza de sus casas, que en 1284 llegaron a pagar un millón de maravedíes en impuestos.

Ese año, que es también último del reinado de Alfonso X, marca, al menos simbólicamente, el inicio del declive de la aljama toledana. Durante el siglo XIV la situación de las comunidades sefardíes fue empeorando poco a poco y el ambiente social fue volviéndose más y más hostil, especialmente tras episodios como la epidemia de peste negra de 1348 o la guerra civil entre Pedro I el Cruel y Enrique de Trastámara (1366-1369). Ya en 1355 hay un nuevo ataque a la judería, que sobre todo se vio arrasada por los sucesos de 1391, que golpearon a la aljama toledana como en prácticamente todas las ciudades del sur de Castilla y Andalucía.

El siglo XV no trae la calma a los sefardíes en Toledo: el asalto a la judería provoca una crisis económica de grandes dimensiones y la situación se hace más y más tensa, con episodios como la peregrinación del dominico antisemita Vicente Ferrer. Los sucesivos enfrentamientos y la situación cada vez más difícil en la que la persecución ya no es sólo contra los judíos sino también contra los conversos, provocan un levantamiento de sefardíes y cristianos nuevos el 22 de julio de 1467, en el que se cercó la Catedral y se acabó incendiando el barrio de la Magdalena, destruyendo 1.700 casas. Sin embargo, la sublevación sólo sirvió para que muchos tuvieran que huir de Castilla o se viesen obligados a convertirse. Finalmente, tras el Edicto de expulsión de 1492, la judería de Toledo desapareció definitivamente.

La judería de Toledo

Sin lugar a dudas una de las más importantes de la España medieval, la judería de Toledo llegó a ser una ciudad dentro de la ciudad y, además, se ha conservado hasta nuestros días fiel como pocas al trazado medieval y con monumentos de importancia casi diríamos que mundial. Entre ellos está, por supuesto el Museo Sefardí, que además se encuentra en la bellísima Sinagoga del Tránsito (y en el aledaño Convento de los Caballeros de Calatrava) , considerada por muchos la más bella sinagoga medieval de toda Europa y, sin duda, la mejor conservada, a pesar de que ya va para los siete siglos, pues fue construida entre 1355 y 1357. Tiene una monumentalidad y unas dimensiones que son difíciles de encontrar en los templos judíos, a las que se suma una interesante exposición sobre el pasado sefardí no sólo de Toledo, sino de toda Sefarad.

A sólo dos minutos a pie está otra verdadera maravilla: Santa María la Blanca, una sinagoga un poco más modesta en cuanto a sus proporciones pero aún más antigua, de finales del siglo XII, y desde luego no menos bella, con su entramado de columnas y arcos de herradura que añaden un toque aún más arabeizante a su estilo mudéjar.

Alrededor de estas dos joyas, toda una zona nos recuerda lo que fue la aljama medieval, conservando el trazado urbanístico de lo que era los distintos barrios dentro de la judería: Alcava, Arriaza, Assuica, Montichel, Mamanzeite… Y en ellos algunos edificios directamente relacionados con el pasado sefardí que se han conservado hasta nuestros días como la llamada Casa del Judío o la Casa de Samuel Ha-Levi, un importantísimo judío del siglo XIV que ocupó los más importantes puestos en la corte de Pedro I el cruel y mandó edificar la Sinagoga del Tránsito. Hoy en día, además, una parte de esta casa, que fue un auténtico palacio, es el imprescindible Museo del Greco.

Los restos de la muralla de la primera judería, los de la sinagoga de Sofer, excavados bajo la plaza, o el cementerio del Cerro de la Horca son sólo dos ejemplos más de lo mucho que queda en Toledo de un pasado judío al que cada vez se da más importancia y se presta más atención.

Ruta por la Judería de Toledo

La llave estaba guardada. Esperando el regreso a su hogar. Toledo cantaba canciones en el viento. Y ellos siempre soñaban con aquel lugar. Ahora, la ciudad abre sus brazos a los hijos que regresan, con la ilusión en un alma de siglos, y los ojos abiertos, colmados de lágrimas de alegrías nuevas, de emoción ante tanta belleza.

Diario de Viaje

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